Los mitos, los supuestos y los modelos mentales erróneos están en la raíz misma de los errores u omisiones, en los bloqueos y la negación, en tanto impedimentos para la efectiva protección y, en definitiva, para el bienestar personal y las relaciones entre las personas. Y éstos se transmiten culturalmente; a veces no se trata de creencias o distorsiones cognitivas individuales sino que tienen un trasfondo cultural y familiar que se nos transmite desde pequeños.
De manera sintética, los niños aprenden de dos maneras fundamentales: la primera es por imitación, es decir “con el ejemplo”, y la segunda es por la palabra.
De estas dos maneras de aprender, a tener muy en cuenta a la hora de revisar los conceptos y estrategias vitales para nuestra protección, nos referiremos brevemente a las fórmulas verbales automáticas, por ejemplo: “mi mamá siempre me decía… y por eso yo le enseño a mi hijo…”, como disparador para encontrar, entrenar e incorporar estrategias verbales para la propia seguridad.
El aprendizaje del adulto en este sentido, comienza a partir de una revisión de lo que creemos saber en relación a la violencia y a nuestras capacidades y limitaciones para protegernos. En el caso de los niños, quienes aprenden SPAD ® con sus padres, se debe revisar y reencaminar la comunicación de los padres y los chicos, porque “encriptados" en las frases muchas veces mecánicas que repiten los padres a sus hijos, están ocultos sus miedos y debilidades, sus creencias, sus mitos heredados y sus modelos mentales.
Los chicos son muy dúctiles para aprender pero debemos tener presente que ellos comprenden literalmente lo que los adultos les comunicamos. Ellos aprenden de modo directo, y detectan instantáneamente las contradicciones entre lo que decimos y lo que hacemos. Como ejemplo de las creencias y hábitos que los padres solemos inculcar a nuestros hijos "por su bien", mencionaré dos a modo de ejemplo:
1- “No hables con desconocidos.”
2- “Abrígate que hace frío / no dejes comida en el plato.”
¿Cuál es el mensaje inconveniente que se esconde en estos buenos consejos que todos hemos dado o recibido alguna vez?
1- Cuando digo "No hables con desconocidos”, estoy transmitiendo una generalización que no se ajusta a la realidad, porque cuando lleguen a casa los tíos de Rosario, que él jamás vio en su vida, y son perfectos desconocidos, el niño se verá instado no sólo a hablarles sino también a darles besos, y efectuar aún otros rituales de cortesía. Por otro lado, la prohibición de hablar con otras personas llamadas “desconocidos” está sellada por nuestro miedo que se contagia inevitablemente, y le induce a creer que todos los desconocidos deben ser, por lo menos, malas personas.
Para aclarar este punto, podemos explicar que si se extravían en la calle, deberán acudir justamente a algún desconocido para conseguir ayuda, en cuyo caso recomendaremos que elijan ellos mismos alguien que les inspire confianza, y NO acepten ayuda de cualquiera que se las ofrezca.
Si preguntamos a un niño si él mismo es un desconocido, dirá que no. Si proseguimos haciéndole reflexionar y le preguntamos ¿hay personas que no te conocen?, dirá que sí, entonces comprenderá que todos somos desconocidos para otras personas y que lo que debe hacer para estar y actuar seguro, es mantenerse alejado y no acercarse a las personas desconocidas, no separarse del adulto que lo cuida, preguntarle o pedirle permiso, etc. según la situación, cuando se trata de personas desconocidas.
Ni siquiera es necesario entrar en detalle de por qué puede ser peligroso y mucho menos asustarlo explicándole qué le puede pasar. En efecto, cuando le enseñamos a mirar antes de cruzar la calle, ¿es acaso necesario explicarle o hacerle ver qué le pasa al cuerpo cuando recibe el impacto de un automóvil?
2. En el caso de "Abrígate” o “termina tu comida” el mensaje oculto es que él mismo no puede confiar en lo que siente su cuerpo, no puede estar seguro sobre si hace frío o no, si tiene hambre o está satisfecho, y debe remitirse al adulto para que él se lo diga. Esta clase de órdenes son contrarias a la formación de los niños dado que como sostiene F. Kofman, “invalidan la emoción del niño y además lo hacen dudar de su percepción interna. Esa duda es la base de toda pérdida de poder personal, porque implica el riesgo de subordinar el criterio propio a las personas externas”.
Debemos educarlos en la asertividad: el niño sabe, siente y/o intuye si algo no le gusta, lo asusta, lo lastima o lo hace sentir incómodo y debemos alentarlo a que lo exprese asertivamente, y obviamente, respetar su cuerpo, sensaciones y sentimientos.
Como afirma I.van der Zande “Podemos preparar a los niños a protegerse a sí mismos del abuso sexual enseñándoles a poner límites a comportamientos no deseados, incluyendo contacto físico y emocional. Los niños necesitan nuestro apoyo para poner límites a otras personas, especialmente las personas que ellos aman y admiran, comenzando por sus propios padres, además de familiares, maestros, amigos y otros niños.” Es una buena práctica preguntar a los niños pequeños u ofrecerles ayuda, en vez de ordenar: ¿Tienes frío? ¿Quieres un buzo? ¿Ya estás satisfecho?
La prevención y la protección frente a la violencia, consiste en aprender qué hacer y qué decir en determinadas situaciones de peligro. Como adultos podemos ayudar a los niños preguntándoles: “¿que harías si… que dirías si…? Podemos acompañarlos a encontrar respuestas que constituyan verdaderas estrategias verbales eficaces para la protección y la seguridad, e indagar las fórmulas automáticas que dan lugar a las correspondientes respuestas automáticas tales como "porque mi mamá no me deja" o “porque no puedo”.
Al igual que en la defensa física, las estrategias verbales más efectivas son aquellas que dan en el blanco con claridad y contundencia. Con este fin, se recomendará y se entrenará el usar una voz firme y con buen volumen, frases cortas, claras y concisas.
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